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miércoles, 10 de agosto de 2011

"A buen capellán, mejor sacristán"

Uno de los refranes que, por lo menos en mi caso, he oído por primera vez hace bien poco. Su origen se encuentra en una historia de un capellán. Se cuenta que dicho hombre se encontraba una noche cenando en una posada una suculenta cena a base de palomino, cuando de repente se sentó a la mesa un viajero que entró allí de casualidad.

Tras una ligera charla, el viajero atraído por el suculendo aroma del guiso, le rogó al sacerdote que compartiese su cena con él, por supuesto, dividiendo el pago de dicha cena a medias. El glotón hombre se negó en rotundo y siguió degustando su cena. El caminante por su parte, resignado, comió un mendrugo de pan y le dijo al religioso:

- Tan bien he comido yo al olor como vos al sabor.
- Si así ha sido - respondió el capellán - pagad vuestra parte pues.

El viajero por supuesto se negó a ello. Tras una discursión debida a la insistencia del capellán, decidieron que interviniera como juez un sacristán que allí se encontraba.

- ¿Cuánto ha costado el palomino? - preguntó el sacristán.
- Medio real - repuso el capellán.

El sacristán obligó al viajero a sacar un cuartillo (la mitad de medio real) y lo soltó repetidamente sobre la mesa, haciéndolo tintinear varias veces. Tras esto añadió:

- Reverendo, teneos por pagado con el sonido, como éste hombre tuvo que contentarse con el olor.

Tras esta historia comenzó a decirse este refrán. Su significado viene a ser que a un pícaro puede salirle otro mayor. El juego de la picaresca siempre encuentra un digno competidor.

¡Hasta la próxima!